En la Argentina hay alrededor de 900 aerogeneradores, que, gracias al viento, generan el 10% del total del consumo eléctrica del país o, dicho de otra forma, el equivalente a abastecer a más de 2,7 millones de hogares. Están agrupados en 57 parques eólicos que se reparten en su mayoría en Chubut, Buenos Aires, Santa Cruz, La Rioja, Córdoba, Neuquén y Río Negro.

En los últimos cuatro años, estas torres de más de 110 metros de altura comenzaron a proliferar al costado de las rutas, una postal que en Europa tiene más tiempo, pero que en la Argentina tomó impulso a partir de 2018 con los programas de incentivos Renovar. Ahora, ya sin beneficios fiscales del Estado, son las grandes empresas de consumo masivo, automotrices o bancos quienes financian la construcción de parques eólicos, con el objetivo de hacer más sustentable sus negocios.
Para entrar a un aerogenerador, es necesario hacer un curso de seguridad y medirse la presión. Aquellos que sufren acrofobia (miedo a las alturas), por supuesto, no se les recomienda subir. Luego hay que colocarse un mameluco, borcegos y equiparse con casco, gafas y arneses de seguridad. El aerogenerador debe estar apagado para la subida, que comienza con el ingreso a través de una escalera metálica de 20 escalones.
La base de la torre tiene menos de cinco metros de diámetro, pero es una distancia suficiente para que quepan dos máquinas de media (6 KV) y alta tensión (36 KV) y un transformador, que convierte la energía que baja del movimiento de las palas y la inyecta a una red de transmisión.
De allí sale otra escalera vertical, tipo marinera, de 10 escalones, que permite llegar a un primer piso, de donde parte un pequeño ascensor que sube 80 metros de altura en tres minutos. Para tener una proporción, el Obelisco de la avenida 9 de Julio tiene una altura de 67 metros.
Fuente Gentileza LN LA NACIÓN